La carta de vinos servidos en los vuelos de primera clase, herramienta estratégica de las compañías aéreas, es cada vez más prestigiosa. Este mercado en pleno auge moviliza importantes inversiones que impulsan a algunas bodegas hacia nuevos horizontes.
Contenido:
- Un instrumento de seducción de altura
- Una subida de gama continua
- Un mercado en auge
- Estrategias vitivinícolas ambiciosas
- Un personal formado y experto
Un instrumento de seducción de altura
Asientos reclinables, luces tenues: en primera clase, la azafata se acerca para ofrecer una copa. Naturalmente, es una copa de champagne. Desde diciembre de 2024, Singapore Airlines sirve Cristal 2015, fruto de un acuerdo con Louis Roederer, mientras que Emirates, fiel a su asociación de 33 años con Moët Hennessy, dispone de los derechos exclusivos de ocho añadas excepcionales. Atrás quedaron los tiempos en que la oferta a bordo se limitaba a un bocadillo y un refresco: ya en 1927, Air Union -más adelante parte de Air France- innovó en la ruta París-Londres introduciendo un servicio gourmet digno del Orient-Express. Desde entonces, el vino se ha convertido en un distintivo de los viajes de alta gama. Air France ha ido perfeccionando progresivamente su selección, recurriendo ya en los años sesenta a la experiencia de enólogos independientes. A continuación, confió su carta de vinos y champagnes a Paolo Basso, Mejor Sumiller del Mundo, antes de cederla a Xavier Thuizat, Mejor Sumiller de Francia 2022, MOF 2023 y Gran Premio de Sumillería de la Guía Michelin 2024.
Una subida de gama continua
Hoy, la empresa sirve más de 9 millones de botellas anualmente. Su carta se renueva tres veces al año, con una oferta premium cada vez más ambiciosa. Porque la comodidad en cabina ya no es suficiente: el vino es hoy en día un factor importante para conquistar a los pasajeros de las clases delanteras, las más rentables para las aerolíneas. Esta carrera por la excelencia se refleja en los concursos (Cellars in the Sky Awards y Wines on the Wing) que cada año premian las mejores selecciones realizadas por las compañías aéreas. «La carta de vinos, principal protagonista de la experiencia del pasajero debe ofrecerle un momento agradable y llevar su paladar a un viaje de exploración de nuevas denominaciones y nuevos talentos. Debe reflejar las últimas evoluciones de los viñedos y las tendencias, como la de beber menos, pero mejor, o la de privilegiar los tintos más ligeros, elegantes y refrescantes», explica Xavier Thuizat, que ante todo elige los vinos por su capacidad de suscitar emociones. «Al catar, necesito sentir el lugar y la autenticidad de su terruño».
Un mercado en auge
El consumo de vino disminuye en tierra, pero se dispara en el aire. Lufthansa, por ejemplo, lanza entre 30 y 35 convocatorias al año, que dan lugar a una decena de catas a cargo de expertos internos y externos. Según la IATA, la Asociación de Transporte Aéreo Internacional, las compañías aéreas esperan 5.200 millones de pasajeros en 2025 (un 6,7% más que en 2024), lo que generará unos beneficios récord de 36.600 millones de dólares (un 16,1% más en un año). Para las bodegas, subir a bordo de estos aviones es una oportunidad de oro. Pueden vender parte de su producción, dándose a conocer al mismo tiempo a una clientela internacional que podrá buscarla una vez en tierra. Algunas incluso han convertido este mercado en una pasarela para la exportación. Pero subir a bordo no es nada fácil: un pedido puede superar las 60.000 botellas de una sola vez, un volumen que pocos productores tienen la capacidad o las ganas de suministrar, sobre todo porque algunas compañías están tirando los precios a la baja.
Estrategias vitivinícolas ambiciosas
En cambio, muchas de ellas no dudan en invertir masivamente. Desde 2006, Emirates ha inyectado más de mil millones de dólares en su programa vinícola. Tiene su propia bodega en Borgoña, donde envejecen 7,4 millones de botellas, y algunas no se servirán hasta 2037. Cada una de las cuatro cabinas de la aerolínea tiene también su propia selección, adaptada para Premium a las preferencias gustativas de los pasajeros de seis zonas geográficas distintas. Para perfeccionar su servicio, Emirates lanzó incluso en junio de 2024 un programa de formación titulado «El arte del vino». Tres niveles de cursos intensivos han beneficiado ya a más de 1.000 miembros de la tripulación, con el objetivo de llegar a 22.000 en 2026. Una iniciativa que ilustra el creciente valor añadido de la formación técnica del personal en la experiencia del cliente.
Un personal formado y experto
«Igual que con los chefs que preparan los platos que se sirven a bordo, trabajo con los equipos de Air France para preparar cursos de formación para las tripulaciones, en forma de vídeos cortos que explican el menú y dan algunos consejos y anécdotas sobre las bodegas y las denominaciones de origen», explica Xavier Thuizat. Singapore Airlines forma a su personal de acuerdo con las certificaciones de la Wine and Spirit Education Trust (WSET). Delta ha creado su programa Sky Sommelier con Andrea Robinson. British Airways, por su parte, ofrece un club de vinos, The Wine Flyer, que permite a los pasajeros comprar botellas en línea tras degustarlas en vuelo. Y Air New Zealand ha ampliado sus horizontes con el lanzamiento de su propia cuvée, Thirteen Forty Five, en colaboración con Villa Maria. Mientras la aviación perfecciona sus estrategias de diferenciación, algunas marcas ya anticipan el futuro: Mumm ha diseñado su Cordon Rouge Stellar para los futuros vuelos espaciales tripulados. Una prueba de que el vino no deja de ampliar fronteras… ¡hasta en el espacio!
Florence Jaroniak.
©Air France.
Fuentes:
https://www.emirates.com/media-centre
https://www.lufthansa.com/fr/fr/decouvrez-l-offre-de-vins
https://www.businesstraveller.com/features/on-cloud-wine-cellars-in-the-sky-2024
https://www.iata.org/contentassets/f32de4cd05e2498a824e67fadd658cb7/2024-12-10-01-fr.pdf