La IGP Cévennes se va afirmando

Cuarenta municipios ubicados en el macizo de Cevenas en Lozère se sumaron a la IGP Cévennes. Sus sorprendentes terruños y cepas se dan a conocer con nuevas perspectivas.

En breve:

  • Una legitimidad histórica
  • Una alianza ganadora
  • Gama de cepas
  • Variedades olvidadas
  • Parras y terrazas
  • Medioambiente y comunicación

Una legitimidad histórica

El decreto ministerial entró en vigencia durante las vendimias 2024: la IGP Cévennes amplía su área de producción a los cantones de las Cevenas ubicados en Lozère. “Cuando se redactaron las especificaciones técnicas en 2008, se limitó la IGP a las municipalidades de Gard, mientras que según escritos de la época de Luis XIV, las Cevenas conforman históricamente una entidad aparte que se extiende hasta las laderas del macizo que lleva su nombre” cuenta Jérôme Villaret, encargado de proyecto para la IGP Cévennes. Por ello, con esta extensión –impulsada por el expresidente del sindicato, Christian Vigne– “corrige un olvido que no era sino una herejía” a criterio de quien le sucediera, Christel Guiraud. Frente a su par de Gard (80 explotaciones que producen un promedio de 70.000 a 80.000 hectolitros anuales), la vertiente de Lozère parece limitada con su decena de viticultores…  por ahora. Aún así, el acercamiento beneficiará a las dos partes.

Una alianza ganadora

Los primeros se beneficiarán de la dinámica comercial de la IGP y una mejor visibilidad para sus vinos gracias a la notoriedad de la palabra Cevenas, combinada con un parque nacional sinónimo de naturaleza preservada y que cada año recibe a dos millones de visitantes*. Los segundos sacarán provecho de terruños de altura adaptados al cambio climático, con potencial elevado. “Ya se conoce de algunos viticultores que van sembrando a 700 metros sobre suelos de esquisto y granito, bastante parecidos a los terruños de Faugères y de la parte alta de las terrazas de Larzac” resalta Jérôme Villaret. “También sienten mucha motivación por temas como las cepas patrimoniales” acota Christel Guiraud.

Gama de cepas

Al autorizar 97 cepas, las especificaciones técnicas ya ofrecen a los viticultores la posibilidad de plantar clásicos, adaptados a los suelos frescos, como Syrah, la Pinot y la Chardonnay, cepas resistentes –Soreli, Floréal…– y cepas antiguas como Counoise, Terret blanc o Morrastel, variedades que eran tardías otrora y a día de hoy maduran en época normal. “Durante la década del 1960, las Cevenas de Lozère registraban un 30% de cepas prohibidas, aquellos híbridos importados de Norteamérica para luchar contra la filoxera, que se proscribirían en 1934. Sobrevivieron gracias a la rebeldía de carácter de los naturales de Lozère, por el desconocimiento de las reglas de los lugareños y porque resistían naturalmente a las enfermedades y las heladas de la primavera” agrega Jérôme Villaret.

Variedades olvidadas

Si bien no hace tanto se las desprestigiaba, hoy día se conocen por ser menos tánicas, más livianas y más aromáticas que las cepas empleadas en vinos de vitis vinifera, por lo que su perfil podría seducir a una nueva generación de consumidores. “Antes que nada, necesitamos entenderlas mejor, conocer mejor las buenas prácticas agronómicas y de vinificación para que de ellas salgan cosechas interesantes. Con esta finalidad, se inició un observatorio en 2023 para inventariar las cepas. Una prueba de microvinificación pura se llevará cabo, con una primera cata para febrero de 2025. Si resulta positivo, abogaremos para obtener la autorización de introducir dichas cepas en el catálogo nacional”. La iniciativa también aborda las viejas variedades olvidadas, como la Negret de la Canourgue, una vid endémica. Un viticultor de Aujac, en el departamento de Gard, incluso descubrió una cepa desconocida por los ampelógrafos de Montpellier, a la que le puso de nombre la Aujaguais.

Parras y terrazas

Ahora que seis cepas suman el 70% de la producción mundial y ante el cambio climático, los viticultores de Cevenas cuentan con un potencial increíble que permitirá diferenciar la producción con una narrativa distinta” asevera Jérôme Villaret. En 1960, millares de pequeñas explotaciones de policultivo de Lozère cultivaban casi 1.000 hectáreas de vid para el consumo familiar o de los mineros de la cuenca de Alès. “Se plantaban las vides en bancels**, sobre parras de castaño junto con legumbres para aprovechar la tierra al máximo. Por esto algunos viticultores optan por revivir las cepas prohibidas, porque están adaptadas a esta forma de cultivo, además con la decisión de llevar a cabo un programa experimental con el sindicato de los altos valles de Cevenas para evaluar la mejor agricultura posible en terrazas”.

Medioambiente y comunicación

No se trata de la única lucha del sindicato. “A partir del 2027, el 100% de los vinos de la IGP Cévennes deberá ser biológico o con certificación HVE (Alto Valor Ambiental), considerando que ya el 90% de las explotaciones se encuentra en esta dinámica” recalca Christel Guiraud. Por si fuera poco, los viticultores se reunieron en un GIEE (Agrupación con Interés Económico y Ambiental), que vela por mantener las prácticas agroecológicas, desde el enyerbado de los terrenos hasta la plantación de setos. La IGP Cévennes también busca dar a conocer y reconocer su valor más allá de la región e incluso de Francia, con una comunicación renovada: sitio web rejuvenecido, apoyo de influencers y padrinos afamados, publicación de un librito gastronómico… Esta certificación tiene aún muchísimo por dar.

Florence Jaroniak, © IGP Cévennes, traducción de Benjamin Aguilar-Laguierce

*Fuente: Atout France, 2018.

**Terrazas angostas sostenidas por muros de piedras secas.

Más información: www.vinsdescevennes.com