La Calabria: descubriendo los tesoros escondidos

Ir a Calabria es vivir una experiencia enoturística única.  Historia, paisaje, geografía, gastronomía: en esta pequeña región del sur de Italia, en la punta de la bota, todo está relacionado con el vino.  Actualmente esta región apuesta por las cepas nativas y se abre al enoturismo.  Descubra su viñedo, sus viñas nativas y sus tesoros escondidos.

En breve:

  • Una historia vitivinícola secular
  • El viñedo de Calabria
  • Las cepas nativas, un tesoro escondido
  • Un destino enoturístico enriquecedor

Una historia vitivinícola secular

Cuenta la historia que en el siglo VIII A.C. los colonos venidos de Grecia fundaron la ciudad de Krimisa con un importante templo dedicado al dios del vino, Baco. Es aquí donde el vino oficial de los Juegos Olímpicos se habría elaborado.  Desde la Antigüedad hasta los Lombardos cada colonizador ha dejado rastros vitícolas a su paso.  

El viñedo de Calabria

Con su pequeño viñedo de 12.000 hectáreas de viña aproximadamente (es decir menos del 2 % del viñedo italiano), esta región produce cada año en promedio 400.000 hectolitros de vino, de los cuales un 60% corresponden a vino rojo y un 30% a vino blanco. Las principales zonas de producción están concentradas en 4 provincias: Crotona (al este), Cosenza (al oeste), Catanzaro (en el centro) y Regio de Calabria (al sur). En las 538 DOP e IGP italianas, Calabria cuenta con 9 DOP (Denominación de Origen Protegida) y 9 IGP (Indicación Geográfica Protegida). El vino es la tercera producción de esta región, “detrás de la horticultura y el aceite de oliva”, según un observador.

Las cepas nativas, un tesoro escondido

Actualmente 350 cepas nativas han sido identificadas. Esta lista no es exhaustiva, ya que en cada zona es posible encontrar decenas de cepas distribuidas localmente y que se han propagado a lo largo del tiempo a través de las selecciones en masa (selección de los mejores injertos). A veces son conocidas bajo nombres vernáculos. Las cepas rojas más representativas son Gaglioppo, Magliocco y Marsigliana Nera, así como una cepa negra histórica, la Guarnaccino. Entre las blancas podemos citar la Greco y la Mantonico. Estas viñas son un tesoro al cual apuesta la nueva generación de viticultores tanto por su riqueza gustativa como por su adaptación al cambio climático.

Gianluca Ippolito, joven viticultor cuyo viñedo lleva su nombre, uno de los más antiguos de Calabria, gestiona 100 hectáreas de viñas únicamente nativas. Entre ellas una parcela de 0,8 hectáreas que es particularmente especial para él.  Ha sido sembrada en Albarello (árbol joven) por su abuelo materno. Su característica es adaptarse a las condiciones ambientales difíciles con un clima caliente y seco. Las viñas son altas para protegerlas del calor.   “Esta parcela cuenta la historia de nuestras viñas.  Como todas las otras que la colindan” señala Gianluca Ippolito.

Un destino enoturístico enriquecedor

Para ir de visita, durante el tiempo de exploración de los viñedos, las opciones son vastas entre mares, montañas o pueblos. Calabria es un mosaico de paisajes, entre sus cordilleras y sus parques nacionales (Sila y Aspromonte con su Montalto que culmina a 1955 metros), sus valles y colinas y sus 900 km de costas entre el mar Jónico al este y el mar Tirreno al oeste.  Una buena idea es también salir a conocer los pueblos calabreses, con sus plazas pintorescas, sus fachadas a veces deterioradas, pero siempre fascinantes. También los tesoros escondidos de la Antigüedad hasta hoy cautivan cultural y estéticamente, como los 2 Bronces de Riace del Museo Arqueológico Nacional de Reggio de Calabria. Sin olvidar la cocina: pasta a la calabresa, pez espada a la parrilla, helado, queso, frutas, legumbres, aceite de oliva. Aquí todo es delicioso. Lo más duro será escoger aquello que se llevará en su maleta.

Anne Schoendoerffer, traducción de Benjamin Aguilar-Laguierce, © Dionisio Iemma/Adobestock