Las viñas se arraigan de nuevo en las ciudades

Los viñedos están volviendo a aparecer en el corazón de las ciudades, desde el parisino Clos Montmartre hasta las plantaciones del Palacio de los Papas en Aviñón. Estas microparcelas, símbolo del patrimonio vivo, la cohesión social y la ecología, proporcionan visibilidad y razón de ser a la viticultura urbana.

Contenido:

  • Montmartre, todo un símbolo
  • Un laboratorio al aire libre
  • Aviñón, el viñedo patrimonial
  • Un movimiento que se organiza
  • Un renacimiento cultural y ecológico

Montmartre, todo un símbolo

Del 8 al 12 de octubre, entre catas y conciertos folclóricos, París celebró la fiesta de la vendimia del Clos Montmartre, un evento que reúne ya a 500.000 visitantes. «La primera edición, en 1934, tuvo un gran éxito popular gracias al prestigioso patrocinio de las vedetes de le época, Mistinguett y Fernandel. Se trataba más bien de una fiesta de la uva, ya que la vinificación no comenzó hasta 1953«, recuerda Éric Sureau, presidente del Comité de Fiestas y Acciones Sociales del distrito 18 parisino, responsable del Clos. «Esta viña es un símbolo de convivencia. Las 2.400 botellas que se producen cada año se venden en beneficio de nuestras obras sociales y perpetúan el espíritu contestatario y solidario de Montmartre«.

Un laboratorio al aire libre

Detrás de este paisaje de postal se encuentran 1.800 pies de viñas situados a 130 m de altitud que requieren una gestión meticulosa. «Orientadas al norte, rodeadas de edificios y plantadas en un suelo ligero y yesoso, crecen en condiciones desfavorables. De acuerdo con la política de la ciudad, el principal reto consiste en prohibir los tratamientos fitosanitarios, especialmente visibles y controvertidos en el medio urbano«, explica Sylviane Leplâtre, enóloga del Clos. Muy sensibles a las enfermedades, las cepas se han ido replantando progresivamente a lo largo de diez años con variedades resistentes: resultaba imposible arrancar de golpe un viñedo tan visitado. Calice, Divico, Muscat bleu, Cabernet Jura, Pinotin o Monarch han sido las variedades importadas de Suiza y otros lugares. «Su calidad gustativa supera a la de las variedades híbridas productoras de la época posterior a la filoxera, aunque se ha conservado una hilera en memoria del pasado. En los años soleados, la madurez alcanza los 12°, lo que da lugar a un tinto afrutado y un rosado muy codiciado«.

Aviñón, el viñedo patrimonial

El viñedo del Palacio de los Papas en Aviñón, otra faceta de la viticultura urbana es el único con denominación de origen controlada (AOC) situado dentro de una ciudad en Francia y el único ubicado en un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. «La parcela, plantada en 1997 para producir su primera añada en 2000, año en que Aviñón fue Capital Europea de la Cultura, cuenta con 544 cepas de doce variedades de Côtes‑du‑Rhône. Se trata de un viñedo «auténtico«, gestionado de forma sostenible con el objetivo de obtener la certificación HVE (Alto Valor Medioambiental)«, destaca David Bérard, presidente de los Compagnons des Côtes-du-Rhône, que se encargan de su mantenimiento junto con el instituto vitícola de Orange y los equipos de jardinería de la ciudad. «Están muy implicados, y por ejemplo, prueban diferentes tipos de acolchado, sabiendo que cultivar una viña en la ciudad equivale a trabajar una microparcela. Cada año, un viticultor miembro de los Compagnons vinifica esta producción confidencial, que luego se destina a asociaciones caritativas. «Ahora nos gustaría que ciudadanos de todo el mundo apadrinaran estas viñas urbanas», confiesa David Bérard. Sobre todo, porque desempeñan un papel estratégico: plantadas en otros lugares de Aviñón, afirman su identidad de capital de los Côtes-du-Rhône.

Un movimiento que se organiza

Detrás de estas iniciativas se perfila un movimiento más amplio. «El éxito de Montmartre inspiró a Luca Balbiano, propietario de un viñedo en Turín, a fundar la Urban Vineyards Association en 2019«, explica Éric Sureau, vicepresidente de la organización. «La UVA, que hoy en día reúne a unos cincuenta viñedos urbanos históricos en veinte países, trabaja en su restauración, su valorización cultural y su promoción turística«, mientras que en Francia la dinámica se intensifica. «Hemos puesto en marcha, junto con Montmartre y Lyon, la creación de una Société des Vignes Urbaines de France (Sociedad de Viñedos Urbanos de Francia), que federará a las ciudades francesas para compartir buenas prácticas y estimular nuevas plantaciones«, precisa David Bérard. El acto fundacional de esta asociación, que ya cuenta con veinticinco miembros, se oficializará el 19 de noviembre, durante el Congreso de Alcaldes de Francia en París, con el apoyo financiero de la constructora NGE, que ha creado una filial dedicada al paisajismo para integrar los viñedos en los proyectos propuestos a las entidades locales.

Un renacimiento cultural y ecológico

En realidad, las viñas urbanas son una evidencia. En la Edad Media, casi todas las ciudades tenían sus propios viñedos, con frecuencia cerca de las abadías, como sucede en Montmartre. Desaparecidas en el siglo XIX debido a la urbanización, hoy renacen con diversas funciones. «Para los municipios, son ante todo una tarjeta de visita y una herramienta pedagógica que nos habla de historia, biología, etc., así como un vector de cohesión social«, considera Sylviane Leplâtre. «Más allá de su aspecto cultural, los viñedos son testimonio de una producción agraria integrada en el centro de las ciudades, preservan variedades históricas, ofrecen una huerta y un nicho de biodiversidad y constituyen un instrumento de resiliencia ecológica, ya que actúan como sumideros de carbono y limitan la artificialización de los suelos«, añade David Bérard. Desde París hasta Aviñón, la viticultura no supone un nostálgico retorno al pasado. Al entrelazar pasado y futuro, tal vez esboza una nueva fisonomía de la ciudad del futuro.

Florence Jaroniak, ©: Compagnons des Côtes-du-Rhône.

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