Ante los retos del cambio climático, la viticultura regenerativa se perfila como una alternativa sostenible. Basada en el triángulo suelo, árboles y agua, pretende recrear un ecosistema vitícola más resiliente y productivo.
Contenido:
- El suelo como eje del modelo
- Animal y vegetal
- Hidrología regenerativa
- Un planteamiento global
El suelo como eje del modelo
No hay que buscar más. La viticultura regenerativa no tiene una definición única ni una marca oficial, aunque están surgiendo certificaciones que enmarcan y promueven sus prácticas, entre ellas destaca el programa Regenerative Organic Certified (ROC), creado en 2017 por la Regenerative Organic Alliance en Estados Unidos. “Los viticultores interesados en esta vía parten del principio de que unos suelos sanos producen vides resistentes y vinos de mejor calidad”, explica Alain Malard, consultor en viticultura-enología (Permavinea), formador en agroecología y escritor. Para restaurar las cualidades deterioradas o perdidas del suelo, algunos empiezan por abonar compost, biocarbón y cubiertas vegetales… “Sin embargo, sembrar hierba en un suelo compactado por los tractores y las vendimiadoras es contraproducente”, afirma Alain Malard, que recuerda que el suelo compactado debe agrietarse previamente “para permitir que bajen las raíces, suban las lombrices y se infiltre el agua”.
Animales y plantas
Fertilizar y airear el suelo también requiere el uso de animales, y no sólo ovejas y gallinas. “La fauna también contribuye a la mejora orgánica y sirve para sembrar la hierba futura. Siempre y cuando se estudie bien el tipo de cubierta vegetal, ya que el centeno de bosque o la veza no son muy apetecibles para los pájaros y los roedores”, explica Alain Malard. Aunque un suelo con vida permite almacenar mejor el agua que necesita la vid, la elección de un material vegetal resistente también es un factor para tener en cuenta. El experto se refiere en particular a los portainjertos más largos en las futuras plantaciones o sustituciones, para garantizar un enraizamiento profundo que ayudará a las vides a gestionar mejor las limitaciones hídricas y nutricionales. Luego, se examinan las maneras de ralentizar, distribuir, infiltrar y almacenar el agua de lluvia en las parcelas, las fincas y las cuencas de captación. Esto puede adoptar la forma de canales, estanques, zanjas e incluso “keyline design”, una auténtica estrategia para el aprovechamiento hidráulico del espacio.
Hidrología regenerativa
“Las zanjas son un lugar especialmente adecuado para plantar árboles o arbustos a modo de setos, que generarán un microclima beneficioso, combatirán la erosión, fomentarán la biodiversidad, capturarán carbono y recrearán el ciclo natural del agua tanto en la atmósfera como en el suelo”, añade Alain Malard. En resumen, las plantas literalmente hacen llover, como señaló Simon Ricard, consultor y formador en la consultoría de investigación PermaLab y diseñador en hidrología regenerativa, durante un seminario web organizado en julio de 2023 por el colectivo de los vinos de Côtes de Provence. “Dos tercios de las precipitaciones continentales proceden de la evapotranspiración, que está directamente vinculada a la vegetación y al suelo, y se conoce como agua verde”. Sin ella, el ciclo del agua funciona mal, dando lugar a sequías e inundaciones alternas. Por eso, “además de tener en cuenta los caminos naturales y artificiales del agua y los aprovechamientos hidráulicos de los viñedos, la producción de agua verde requiere agronomía, gracias a un suelo vivo para la gestión del agua a corto plazo y a la agrosilvicultura para su gestión a largo plazo”.
Un planteamiento global
En resumen, la viticultura regenerativa requiere un planteamiento global adaptado a cada viñedo. Trasciende las prácticas y va más allá del nivel de la parcela para crear un ecosistema sostenible. “Para que la viticultura regenerativa se convierta en la norma, los viticultores deben ir más allá”, afirma Alain Malard. “Este modelo debe ser una forma de superar la viticultura ecológica, en lugar de eximirse a veces de sus limitaciones, reservándose la posibilidad de utilizar productos de síntesis para el tratamiento, con el riesgo de destruir todos los esfuerzos realizados en favor de la biodiversidad”. Esta transición requiere tiempo y reflexión, e implica formación y un cambio de paradigma, con rendimientos a veces inferiores al principio. Pero ¿el reto no merece la pena?
Florence Jaroniak. ©sofa12345678/pxhere
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